Stéphanie Mouton, socióloga, educadora, artivista y facilitadora en La Hoja Blanca
[El vídeo incluido en este artículo, junto con las ilustraciones extraídas de la guía ¿Caminamos, Artivistas?, son obra de Clara Megías]
Dos meses después de la declaración del Estado de Alarma, seguimos confinadas en casa, observando el desmoronamiento de la antigua normalidad, temiendo la nueva tanto como la crisis global, sanitaria, económica, social y psicológica que le acompaña. Cumpliendo con la sesentena, algunas seguimos teletrabajando y teleeducando lo mejor que podemos. Ya se sabe, el curso escolar 2019-2020 se terminará en casa y el próximo año académico se abrirá con medidas de protección adaptadas a la llamada nueva normalidad, una manera de resignificar a través del lenguaje lo que vamos a tener que considerar como normal, sí o sí: conservar la distancia física, disminuir la ratio por aula para hacer posible la vuelta a los centros escolares, llevar mascarillas, desinfectar espacios, no tocarse, no abrazarse… sin pensar en las sanciones y otras consecuencias.
Tras 60 días de educación online en una situación de excepcionalidad, es imposible obviar el cansancio y la posible desazón de la comunidad educativa. La Junta de Andalucía también lo ha comprendido: para planificar la intervención docente del último trimestre habrá que adecuar los procesos de enseñanza-aprendizaje a varios criterios, como “preservar la salud física y emocional de todos los agentes que intervienen en el sistema educativo” y “fomentar la adecuación del proceso de enseñanza y aprendizaje a las características de cada alumno, de su contexto y de su realidad […]” ¹.
«Si la futura realidad se nombra desde hoy ‘nueva normalidad’, tal vez habría que replantearse los contenidos y las metodologías docentes […] La pedagogía ‘artivista’ puede ser muy útil»
Desde una mirada amplia y un enfoque de cuidados y bien común, nos atrevemos a ir aún más allá. Si la crisis es tal que hay que redefinir las formas concretas de docencia así como los espacios-tiempos escolares, si la futura realidad se nombra desde hoy nueva normalidad, tal vez habría que replantearse los contenidos, las metodologías y las prácticas docentes en mayor profundidad. No solo ahora, en las fases de desescalada, sino también en adelante. No podemos adaptarnos a este nuevo panorama sin tomar en cuenta todo lo que supone, sus causas y consecuencias a muchos niveles (comunitario, psicológico, económico, ambiental, etc.).
Lo que propone la Junta de Andalucía es un buen comienzo, da pistas interesantes y congruentes para hacer frente a la situación que estamos viviendo, pero hay que ir más allá. La pedagogía artivista, entre otras, puede ser de gran utilidad y apoyo para el personal docente en estos momentos, ahora y después. “El artivismo es una sensibilización social hacia problemas compartidos colectivamente que atañen a la vida de las personas” ². Además de tomar en cuenta el contexto, permite la expresión de lo vivido y la creatividad enfocada hacia la elaboración de otros mundos posibles. Ofrece herramientas para analizar, procesar y comprender lo que estamos experimentando, implicándonos activamente para movilizar a nuestro entorno en la creación de vías comunitarias y esperanzadoras para transformarlo.
La pedagogía artivista nos proporciona metodologías y perspectivas para sensibilizar a nuestro alumnado en cuanto a la urgencia de la situación, para establecer vínculos entre nuestras formas de vida y el desarrollo de la crisis sanitaria actual, considerar la emergencia climática, la necesidad de una salud pública fortalecida… El artivismo abre puertas a la expresión corporal y afectiva del alumnado respecto a cuestiones que afectan a sus propias vidas –tan imprescindible si queremos cuidar la salud de la infancia y juventud– y permite crear nuevos relatos y estéticas para encaminar el cambio necesario. Retomando los pasos de nuestra ruta artivista, podemos ver cómo cada etapa provee herramientas para hacer frente colectivamente a la difícil época que nos está tocando vivir.
Formarse para la acción colectiva
Más que nunca necesitamos estar entrenadas en habilidades personales y grupales, observar juntas lo que está pasando, expresar y escuchar lo que nos provoca, por dentro y por fuera, desarrollar la empatía, cooperar para hacer frente al virus. No solo para sobrellevar la vida en la nueva normalidad, sino también para reinventar caminos hacia otras formas de convivencia y organización social. Hemos de desarrollar la creatividad y la mirada crítica, reflexionar sobre cómo construir el bien común, conscientes de la interdependencia que nos une. El sistema educativo ha de mostrarse responsable frente a la crisis, abriendo espacios colectivos de reflexión y diálogo sobre lo vivido, así como de construcción de lo que estamos por vivir.
Partir de la realidad
¿Cómo no tomar en cuenta una realidad tan descomunal? ¿Cómo no hablar de salud global en este contexto? ¿Cómo no intercambiar pareceres sobre lo que está pasando, los duelos, los miedos, la privación de derechos, la relación entre el virus, el medioambiente, la contaminación y nuestros modos de vida, consumistas y globalizados? ¿Cómo no analizar lo que nos ha llevado aquí? No podemos obviar la exorbitante realidad para seguir educando con las mismas metodologías y en los mismos contenidos. El sistema educativo ha de mostrarse responsable problematizando la realidad que nos atraviesa, no solo para aprender a vivir en ella sino también para aprovechar la oportunidad de transformar lo que podamos, decidiendo sobre nuestras vidas.
Definir conjuntamente la acción
Estamos frente a un problema sistémico que requiere respuestas sistémicas para responder a la interdependencia de nuestros ecosistemas sociales y biológicos. El sistema educativo ha de mostrarse responsable promoviendo una educación que forme a jóvenes proactivos, capaces de crear las condiciones de vida en las que quieren crecer. La urgencia ya no es el mañana, la urgencia es hoy. Si no queremos que esta nueva normalidad sea permanente o recurrente, hemos de formar grupos aptos para plantearse objetivos concretos de cambio y planificar para lograrlos. Fomentando procesos artivistas con el alumnado, le transmitimos el mensaje alentador de que juntas podemos hacer algo para cambiar el curso de la historia.
Crear la acción
Construir acciones artivistas también responde a necesidades inherentes al momento vital que estamos experimentando: nos recuerda que el distanciamiento no es social sino físico, que podemos crear entre todas, contar otras historias, disfrutar, tratar temas duros con humor, proponer alternativas, generar entusiasmo y esperanza. Vivir la metáfora de la creación colectiva nos recuerda que somos capaces de juntar fuerzas y dirigir energías para inventar nuevas posibilidades.
Organizarse para la acción y actuar
Esta etapa, como las anteriores, propone al alumnado vivir la metáfora de la transformación social llevando a cabo actos concretos y tangibles encaminados a la reivindicación y elaboración de otros futuros posibles. La práctica artivista no solo fomenta la capacidad para imaginar alternativas, sino que también ofrece un entrenamiento para la acción colectiva: repartir tareas, fomentar la implicación y la organización del grupo para pasar a la acción (¿quién hace qué, cuándo, cómo, con qué recursos?), haciendo que tanto el alumnado como el profesorado tome conciencia de que el cambio es posible y que puede accionarlo. El artivismo “es la esperanza radical de creerse capaz de cambiar rutinas, formas de actuación obsoletas, modelos docentes descontextualizados, la resistencia ante las injusticias, desde la innovación, desde las microutopías, para retar y retarnos constantemente” 3.
Evaluar colectivamente
Más allá de evaluar la acción artivista en particular, analizando sus dificultades, logros y posibles mejoras para el desarrollo de la próxima, vemos importante hacer una consideración en paralelo más amplia: en estos tiempos difíciles y de futuro incierto, puede ser de gran interés incentivar actitudes y habilidades para la (auto)evaluación como práctica colectiva en general; fomentar la evaluación para el aprendizaje –en vez de la calificación–; desarrollar capacidades para que el alumnado y la comunidad educativa sean capaces de «analizar el pasado en el presente para inventar el futuro deseado en vez de esperar pasivamente que llegue» 4; propiciar la reflexión y la responsabilidad de cada una hacia sus actos y consecuencias.
Aprendiendo a evaluar su implicación en la acción, su rol en el proyecto, lo que funcionó y lo que no, el alumnado aprende a pararse, observar y analizar lo que se ha hecho, para tomar decisiones en cuanto a sus acciones futuras. De tal manera, abrimos la puerta a la (auto)evaluación en la vida en general, no como juicio, castigo o nota, sino como aprendizaje y oportunidad para reorientar nuestra acción. Tal vez, fomentando la evaluación compartida y participativa de nuestros actos, seamos capaces, en algún futuro próximo, de hacernos y responder estas preguntas: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué podemos hacer como sociedad para reorientar nuestra acción colectiva, organizarnos y prevenir futuras pandemias y/o catástrofes de parecida índole?
“Debemos decidir si queremos que nuestras escuelas sirvan para que los menores pasen de curso, aprueben exámenes y saquen buenas notas o para que aprendan a pensar y no acepten sin más la primera idea que les sea propuesta o que les venga a la cabeza 5. Debemos decidir si queremos formar consumidores acríticos e insolidarios o ciudadanos inquisitivos y participativos” 6.
Sistematizar y difundir
Sistematizar los procesos realizados y compartirlos con el resto de la comunidad sirve no solo para alentar la esperanza de cambio, sino también para promover la realización de iniciativas similares, contribuyendo así “al desarrollo creciente de la fuerza y de las capacidades de los sectores populares para que conformándose como sujetos colectivos, puedan ser verdaderos protagonistas en la identificación y resolución de sus necesidades y anhelos, tanto ciudadanos como históricos, superando relaciones y mecanismos de subordinación que se oponen a esta transformación” 7.
Vistas las numerosas emergencias frente a la que hemos de responder como sociedad si queremos asegurar la salud global o simplemente una vida sostenible, el sistema educativo ha de mostrarse responsable desarrollando procesos de aprendizaje-enseñanza participativos, colectivos, críticos, basados en la experiencia y en la creatividad para sembrar semillas de cambio. Como decía Freire, «enseñar exige comprender que la educación es una forma de intervención en el mundo» 8.
Nota 1:
Instrucción del 23 de abril de 2020, de la Viceconsejería de Educación y Deporte, relativa a las medidas educativas a adoptar en el tercer trimestre del curso 2019-2020: https://bit.ly/3bLPnJX
Nota 2:
Mesías Lema, José María. Artivismo y compromiso social: Transformar la formación del profesorado desde la sensibilidad. Revista Comunicar, 57, vol. XXVI: Artivismo. Arte y compromiso social en un mundo digital, 26: 49-58 (p. 22). 4º trimestre, 1 de octubre de 2018. Consultado el 13 de mayo de 2020 en https://www.revistacomunicar.com/pdf/comunicar57.pdf
Nota 3:
Mesías Lema, José María. Ibid., p. 26.
Nota 4:
Boal, A. (1998). Juegos para actores y no actores. España. Editorial Alba.
Nota 5:
Feito, R. citado en Magro, C. (2016). Evaluar es aprender. Consultado el 18 de mayo de 2020 en https://carlosmagro.wordpress.com/2016/12/01/evaluar-es-aprender
Nota 6:
Magro, C. (Ibid.).
Nota 7:
Cadena, F. (2004). La sistematización, una nueva mirada a nuestras prácticas. Hegoa, Alboan e Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe. Bilbao.
Nota 8:
Freire, P. (2008). Pedagogía de la Autonomía. México. Siglo XXI Editores.