[Foto: EFE / SALAS]
Loli es una mujer de 52 años que actualmente duerme en un centro de acogida para personas sin hogar. Se está formando para trabajar como limpiadora o asistenta doméstica. Tiene un móvil viejo y escaso acceso a internet. Carece de una red social estable y su familia está lejos. Es superviviente de violencia machista y de un cáncer de pecho.
Este perfil, basado en personas y situaciones que podrían ser reales, es uno de los que planteamos en la actividad COVID-19 en cualquier barrio, incluida entre los nuevos materiales educativos que hemos publicado en torno a la actual crisis global. Con ella tratamos de reflexionar sobre el papel de los estilos de vida, las circunstancias laborales, económicas y culturales, junto con las redes familiares y afectivas, como determinantes sociales de la salud. Al abordar una crisis sanitaria global como la que estamos viviendo, no deberíamos adoptar un punto de vista cuya validez solo sea aplicable a nuestro entorno cercano o la población predominante, sino a cualesquiera realidades de vida, que tienden a ser complejas e intricadas.
La actividad invita al alumnado a analizar cómo afectaría la pandemia a personas diversas, personas que podrían ser nuestras vecinas. Cada una de las cuestiones que hemos destacado de Loli, por ejemplo, nos da alguna información esencial sobre sus factores identitarios, pero en el suyo y en cualquier otro caso habría otras cuestiones muy pertinentes, por ejemplo: ¿está al cargo de personas dependientes? ¿Puede valerse por ella misma? ¿Su situación legal está regularizada?
Son algunas de las preguntas que se sugieren para un total de nueve perfiles que viven en el mismo barrio (ficticio, de nombre Alamedilla). El alumnado se enfrenta en esta dinámica a una simulación de trabajo para el ayuntamiento de ese municipio, que consiste en elaborar un informe sobre las consecuencias para esas personas de un confinamiento como el que aún vivimos. Se espera que lleguen a conclusiones y piensen en situaciones parecidas a algunos de esos casos, que se produzcan en su entorno. Es muy probable que si preguntásemos a nuestras amistades, parejas o familiares, diésemos con personas cuyas circunstancias puedan ser muy distintas a las de la media y estén viviendo esta crisis de forma más dramática si cabe.
Se nos dice, y es cierto, que la COVID-19 no hace distinciones claras entre el conjunto de la población y que, por tanto, cualquiera tiene probabilidades de padecerla. Pero no es menos cierto que hay personas cuya vulnerabilidad es mayor: personas desempleadas, trans, sin estudios, extranjeras, mayores, sin hogar… De ahí que sea fundamental que quienes se forman en Sanidad y Servicios Socioculturales y a la Comunidad, así como la juventud en general, empiecen a tomar en cuenta esos factores. También que se haga desde un enfoque interseccional en el que quepan todos ellos, y no se encajen en compartimentos estancos.
Este virus lo pararemos entre todas, pero no podemos dar las mismas soluciones para todas las personas. Cuando entendamos eso como sociedad, habremos dado un gran paso para superar esta crisis.